domingo, 30 de agosto de 2009

Música de ascensores.


Entran en el ascensor, él se permite observarla y, antes de llegar a su boca, se detiene en esa mirada con ojos de cristal, ello son los que le hacen sentir ese cosquilleo que recorre toda su espalda, y, tras esto, se deja llevar. Mientas tanto, sus manos llevan su curso acariciando su espalda hasta detenerse en la cintura.

Los labios juegan entre ellos, se tocan, se sienten, y ella, tímida y cautelosa, empieza a jugar. Poco a poco, la vergüenza deja paso al deseo, y se deja envolver por la comodidad de sus brazos.

Lástima que ni la pasión pueda detener el paso del tiempo, y, tras unos segundos de magia, el trayecto toca a su fin. No importa, habrá muchos viajes, y muchos, muchísimos más de los que puedas llegar a contar nunca, segundos de magia.
Te lo prometo.